Cuento sin titulo escrito por mi...(*)

Paseaba una tarde, la princesa mas joven, del reino mas fantástico que jamas podáis imaginaros.
Sola por el bosque jugaba con coloridas mariposas, sus alas dejaban un halo de pintura por donde estas mariposas pasaban y a la pequeña princesa, con su característica hiperactividad le encantaba perseguirlas. En un despiste de la princesita, las mariposas desaparecieron, y se vio en un lugar desconocido y rodeada de arbustos y matorrales algunos mas altos que ella. Escuchó un pequeño sonido detrás de uno de los arbustos, y curiosa, pues la pequeña princesa era posiblemente la mas curiosa de su inmenso reino, se asomó peleando con las tupidas ramas divisando al otro lado a un joven niño, de mas o menos su edad, tal vez un poco mas mayor, pero no mucho. El joven niño estaba sentado entre las hojas caídas por la llegada del otoño. La princesa a toda prisa siguió peleando con las ramas de aquel obstáculo en forma de arbusto, quedando magullada al conseguir atravesarlo para poder correr hasta el misterioso joven.
Quedo perpleja mirándolo, parecía concentrado mirando al horizonte, donde se podía divisar un precioso lago con aguas cristalinas que brillaban con los reflejos del atardecer, a la pequeña le supo mal molestar, de modo que se sentó silenciosa a su lado, pues en aquel lugar había algo que la calmaba mucho, el joven se giro a mirar a la pequeña princesa un tanto indiferente y volvió a girarse hacia el lago. Allí permanecieron ambos sentados hasta que el lucero se posó sobre sus cabezas, en ese momento la princesita se percató de lo tarde que era, se levanto apresurada, agacho su cabeza disculpándose con el joven se presento y marchó a toda prisa bajo la atenta mirada del muchacho, que tras tan apresurada despedida esbozó una pequeña sonrisa.
A partir de aquel día, todas las tardes la pequeña princesa se adentraba en el bosque para sentarse junto a ese muchacho, al contrario de ella parecía muy calmado y era bastante misterioso, casi podía decirse que daba miedo! pero la joven princesa no lo veía de esta forma, había algo bueno, algo que no parecía fácil de ver, pero la princesa a su lado se sentía segura, y por eso iba cada tarde a sentarse a su lado a ver el sol caer bajo un profundo y mutuo silencio, solamente roto por las entusiastas despedidas de la princesita con sus sonrojadas mejillas...
Un día el muchacho rompió este silencio, dejando a la princesita atónita, pues era la primera vez que ella oía su voz. "¿Porqué vienes aquí cada tarde?" le preguntó el joven. "Porque aquí sentada a tu lado puedo olvidarme de todo y sentirme segura" quedó perplejo ante esta respuesta "no deberías" respondió agachando la cabeza, en ese instante sintió algo que caía sobre su pierna, la princesa se había quedado dormida.
el también decidió dormir y así pasaron la noche juntos, bajo el manto de las primeras estrellas, ambos niños dormían plácidamente sin preocupaciones. En cambio en el reino de la pequeña princesa, el rey mandaba una partida de búsqueda para encontrar a su benjamina que no volvía al reino.
Cuando el amanecer bañó con su luz a los niños, el joven abrió sus ojos y al ver a la princesita intentando refugiarse del sol en el aun dormida, se le escapo una gran sonrisa y se decidió a despertarla. La niña quedó sorprendida, aquel niño siempre había permanecido serio, ocultando esa preciosa sonrisa, que aunque no era del todo perfecta, era la mas bonita que jamas había visto. Su paz acabó cuando derrepente oyeron las voces de los guardias llamando a la pequeña, ambos se asustaron, y el muchacho salió corriendo dejándola caer al suelo cuando les descubrieron, llevaron a la princesa de vuelta a su hogar malherida por la caída, él volvió a donde siempre, sintiéndose traicionado, pues esa mocosa le había traído a los guardias, y pasaron los días y no aparecía.
Jamas habría imaginado que la princesa había sido encerrada, y pasaba los atardeceres extrañándolo mientras miraba desde su ventana, pues dijeron que aquel niño estaba maldito y que no debía volverse a acercar a el.
Cuando la pequeña pudo dejar de llorar, escapó haciendo uso de su ingenio, y volvió a bosque corriendo para volver a verle, pero al llegar quedó anonadada, aquel amigo que parecía soñado de tan perfecto que era, ya no estaba allí, por lo que se sentó a esperarlo. "¿Que haces aquí? soy un monstruo ¿es que no te lo han dicho? vete!" la joven princesita lo miró asombrada se levantó, caminó hacia el, y le contestó:
"Lo siento mucho, se que soy torpe, despistada, nerviosa y demasiado entusiasta, tanto que no me di cuenta y por mi culpa vinieron los guardias, te pido disculpas de corazón, pero yo aquí no veo ningún monstruo, tan solo a un niño asustado pero que sin palabras es capaz de hacerme feliz y al que no le hace falta preguntar, nadie es perfecto eso es evidente, pero si los monstruos son como tu, a partir de ahora adoro a los monstruos"